Cuaresma: tiempo de “gimnasia espiritual”
para buscar sacar la mejor versión de nosotros mismos
El día de hoy, “miércoles de ceniza”, Dios nos ha concedido iniciar 40 días de preparación intensa para buscar ser mejores cristianos, es decir mejores seres humanos. Hay personas quienes, por razones estéticas, se imponen dietas, ejercicios, maquillajes, etc., para verse hermosas y está bien. Hay quienes por razones deportivas mortifican su cuerpo y se imponen fuertes disciplinas para conseguir hazañas atléticas y está bien. En mi caso, me gusta mucho el atletismo de fondo y durante muchos años me preparaba con mucha constancia para poder terminar un maratón en el mejor tiempo posible. Pues bien la Iglesia católica nos propone a todos los que seguimos a Cristo, un tiempo intensivo de 40 días –llamado cuaresma–, para buscar sacar la mejor versión de nosotros mismos, es decir para buscar ser mejores seres humanos.
Las grandes religiones y los maestros espirituales de todos los tiempos, proponen ciertas actividades, físicas y espirituales, para ayudarnos a ser mejores seres humanos. No se trata de despreciar al cuerpo en beneficio del alma, sino de ponerlos en sintonía. Vivimos en una sociedad, que los teóricos llaman postmoderna, que ha exaltado mucho algunos anti-valores que no nos ayudan a ser mejores seres humanos. Por ejemplo se da gran importancia al egoísmo y al individualismo, olvidando que hemos nacido para sociabilizar con los demás. Una sociedad materialista y consumista que nos hace creer que la felicidad consiste en poseer bienes materiales, olvidando que no solo de pan vive el hombre, y que solo los valores elevados (amor, perdón, justicia, etc.) son los que nutren el alma. Es bueno, en este aspecto, darnos una vuelta de vez en cuando por algún cementerio o funeraria, para recordar que las cosas materiales son solo vanidad de vanidades. También en nuestros días se da mucha importancia el hedonismo, es decir a la búsqueda del placer por el placer, en ocasiones idolatrando vicios y una sexualidad que deshumaniza, olvidando los pequeños y sanos placeres que nos da la vida en lo ordinario; abrazar a un amigo, observar volar a un colibrí, jugar con nuestro perro, tomar una copa de vino con los amigos, observar una puesta del sol, etc.
El tiempo que ahora iniciamos y que se llama cuaresma tiene como finalidad ayudarnos a ser mejores personas, es decir mejores cristianos. Es un tiempo que nos pide privilegiar tres actividades: 1. El ayuno, 2. La oración, y 3. La misericordia, para ayudarnos a fortalecer nuestra voluntad y orientarla a lo esencial: el seguimiento de Cristo, cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas.
1. El ayuno. La iglesia pide a los mayores de 18 años y menores de 60 años, no desayunar los días viernes de cuaresma (y el miércoles de ceniza). Y quitarse el ayuno después de las 12 del día. En este aspecto recuerdo que los que podemos darnos el privilegio de elegir no desayunar una vez a la semana, somos unos privilegiados, porque la gran mayoría de las personas no lo eligen, el ayuno se les impone por cuestiones de pobreza. Recuerdo también que hace tiempo en la iglesia católica se pedía no comer carne roja los días viernes para hacer penitencia. Un “penitencia extraña” que sólo podían practicar algunos, los que comían carne todos los días y dejaban de comerla los viernes, para comer pescados y mariscos. ¿Cuál es el verdadero sentido del ayuno? Es ayudarnos a fortalecer nuestra VOLUNTAD. Es demostrarnos, a nosotros mismos, que podemos doblegar nuestros instintos, nuestra pereza, agresividad, gula, egoísmo, etc., para tener una voluntad que busque fines más nobles.
En este aspecto les sugiero no limitarse tan sólo a no desayunar los viernes de cuaresma, sino a buscar “personalmente” algo que les ayude a fortalecer su voluntad durante estos 40 días. Para alguien dejar de tomar refresco azucarado puede implicar un esfuerzo grande; no tomar bebidas alcohólicas, no fumar, limitar su tiempo pasado en las redes sociales, etc., etc. Es importante que cada uno de nosotros pueda mandar en su propia casa (su cuerpo y emociones) y decir NO a cosas que no nos ayudan a crecer. Hay personas que han perdido la batalla en ellos mismos y no saben controlar sus emociones y apetitos. Recuerdo las palabras del apóstol San Pablo, dichas en Corinto, Grecia, tierra de filósofos y de grandes atletas:
“¿No es cierto que cuando hay una carrera en el estadio, muchos corren pero uno solo recibe el premio? Corran, pues, de manera que lo consigan. Los atletas se imponen un régimen muy estricto, por una corona de laureles que se marchita. ¡Cuánto más nosotros, por una corona que no se marchita! Así pues, yo corro, sabiendo a dónde voy. Doy golpes, no en el vacío. Castigo mi cuerpo y lo someto, no sea que habiendo predicado a los otros, venga a ser eliminado.” (I Cor. 9, 24-27).
2. La oración. Orar es hablar con Dios. No se trata de un monologo (hablar con uno mismo sin escuchar al otro), sino de un dialogo. El que ora busca poner su vida en sintonía con la voluntad de Dios. ¿Señor qué quieres que yo haga en estos momentos de mi vida? Les recomiendo para este tiempo darse tiempo para hacer una “oración silenciosa” que tenga como finalidad: sentirnos amados por Dios, experimentar paz en nosotros mismos, y buscar humildemente cumplir su voluntad en nuestras vidas. Vivimos en una sociedad de mucho ruido, gritos y violencia verbal, es necesario buscar el silencio exterior e interior. Perder un poco de nuestro tiempo realizando actividades, para ponernos como la hermana de Martha a los pies de Jesús para escuchar la voz del Maestro. Dejar un poco el activismo y privilegiar un poco más la contemplación. “Martha, Martha, ¿por qué te preocupas por tantas cosas? Hay algo más importante. María lo ha elegido y nadie se lo quitará.” (Lc. 10, 42). Creo que unos 30 minutos al día para ponernos en sintonía con la voz del Maestro, nos ayudaría mucho.
3. La misericordia. Tanto el ayuno como la oración tienen como finalidad este último punto: la misericordia. Abrir nuestro corazón a los demás. El tiempo de cuaresma nos recuerda que no hemos nacido para nosotros mismos sino para servir a los demás. “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere permanece él solo, pero si muere produce frutos en abundancia.” (Jn. 12, 23). Como lo decía al inicio de esta reflexión, vivimos en una sociedad que ha distorsionado la palabra amor relacionándola con el placer y el egoísmo. El verdadero amor implica sacrificios y renuncias. Es cuidar a los padres ancianos; es preocuparnos por el bien de los demás, sobre todo los pobres y excluidos; es colaborar para el bien integral de la familia; es cuidar el medio ambiente; es abrir nuestro corazón a las necesidades de los demás. A este respecto el profeta Isaías hace una hermosa reflexión sobre el verdadero ayuno que Dios quiere: “¿No saben cuál es el ayuno que me agrada? Romper las cadenas injustas, desatar las amarras del yugo, dejar libres a los oprimidos y romper toda clase de yugo. Compartir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que veas desnudo, y no voltear la espalda a tu hermano.” (Isaías 58, 6-7).
Que la cuaresma que hoy iniciamos nos permita fortalecer nuestra voluntad para buscar ser las personas que Dios espera de cada uno de nosotros.
Miércoles de ceniza, 22 de febrero de 2023.