12. Todos somos extranjeros. Una reflexión a partir de Emmanuel Levinas

12. Todos somos extranjeros

Una reflexión a partir de Emmanuel Levinas[1]

 

Presento en esta ocasión un texto un poco más extenso de los que acostumbro subir semanalmente. Se trata de la participación que tuve en el Congreso Internacional sobre migración organizado por la FES-Acatlán, del 2 al 4 de Abril de 2014. Yo he participado el 4 de Abril con la conferencia. Todos somos extranjeros. Una reflexión a partir de la filosofía de Emmanuel Levinas. 

A mi amigo y co-hermano P. Alejandro Solalinde

 

“Después dijo el Señor: “No es bueno que el hombre esté solo. Haré, pues, un ser semejante a él para que lo ayude. Entonces el Señor hizo caer en un profundo sueño al hombre y éste se durmió. Y le sacó una de sus costillas, tapando el hueco con carne. De la costilla que el Señor había sacado al hombre, formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces el hombre exclamó: Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne.” ”

                                                                                                         Génesis 2, 18.21-23

 

Introducción

 

El objetivo de la presente reflexión es analizar el tema del extranjero desde diversos puntos de vista: histórica, económica, antropológica y escatológicamente, esto con la finalidad de buscar demostrar que nuestra condición humana implica el aceptar la extranjeridad en nuestras vidas. Aceptar que somos extranjeros, incluso para nosotros mismos, no es sinónimo de debilidad y menosprecio, al contrario; es reconocer que necesitamos del otro/ de la otra, que es diferente de mí, para poder constituirnos y poder decir: “yo soy gracias a ti”.

   Vivimos en una sociedad que nos ha inculcado el miedo a lo extraño, a lo diferente. ¿Por qué? Porque se ha privilegiado e idolatrado al “yo” por encima del “tú”, del “él”, “ella”, o del “ustedes”, en fin de todo aquello, o más bien dicho de todos “aquellos” que sean diferentes de mí. Una sociedad que busca la globalización, pero para fines puramente económicos, no para la integración del extranjero; una sociedad que ha desarrollado innumerables medios de comunicación, pero donde los seres humanos vivimos aislados y en soledad, extranjeros los unos a los otros; una sociedad muy sofisticada técnicamente, pero donde hay millones de seres humanos muriendo de hambre y de frio, como extranjeros en sus propios países de origen, en fin; una sociedad que crea muros en sus fronteras para protegerse del otro, de aquel que le incomoda, del pobre, del extranjero, pero que sin embargo necesita de él o de ella para seguir acumulando su riqueza.

   Pero ante todo ¿qué significa la palabra extranjero? Normalmente se entiende como extranjero/a a la persona que viene de otro país, el que es extraño, diferente. Etimológicamente encontramos que la palabra extranjero viene del francés antiguo: estrangier, (hoy se dice étranger), formada de estrange (extraño) más el sufijo francés –ier [equivalente a nuestro –ero], que indica profesión u ocupación. El francés a su vez tomó estrange del latín extraneus (el mismo termino que nos dio la palabra extraño), a partir de la raíz extra (fuera de). Es importante para nuestro estudio recordar que la palabra latina extra viene de la raíz indoeuropea eghs– (fuera de), que dio el prefijo griego ek–/ex–, y que encontramos en palabras como éxodo, exorcismo o exótico, entre otras[2]. Es decir que lo extranjero es lo que está fuera del ámbito de lo propio, de lo conocido, de la propia cultura, lengua, tradiciones, etc. Sin embargo como veremos a continuación, lo extranjero es aquello que tarde o temprano nos llega, o nos debe constituir, como nuestro yo más profundo, dejando por lo tanto de ser extranjero, es decir extraño, “fuera de mí”, para convertirse en un elemento constitutivo de nosotros mismos, en un “dentro de mi”. Como la costilla de Adán en la carne de Eva.

   Podríamos hablar al respecto de la extranjeridad de nuestro propio cuerpo. Habitar un cuerpo que en ocasiones podemos sentir como extraño, diferente a nosotros mismos (de allí tal vez la necesidad para algunos/as de recurrir a la cirugía estética para buscar apropiarse un cuerpo que les es extraño); o también podríamos hacer referencia en psicología a la búsqueda del yo, ya que en ocasiones podemos llegar a considerarnos como extraños a nosotros mismos. Sin embargo por cuestiones de tiempo, y para no dispersarnos mucho de nuestro tema, hablaremos solamente de cuatro modalidades del término extranjero que nos invitan a pensar lo extraño, es decir lo diferente, como elemento esencial para la constitución de nuestra propia identidad. Los aspectos que analizaremos brevemente son: la historia, la economía, la antropología y la escatología. De estas cuatro modalidades de entender nuestra relación con lo extranjero, mencionaré muy brevemente los aspecto históricos y económicos, para detenerme más en detalle en el estudio de la dimensión antropológica, propuesta por el filósofo judío Emmanuel Levinas, para concluir brevemente con algunas conclusiones que llamaré escatológicas.

 

1. Ser extranjero históricamente

   No es necesario detenernos mucho para demostrar que todos, de cierta manera, somos extranjeros en nuestra propia tierra. En México antes de que llegaran los españoles en 1519, ya nuestros antepasados habían ido poblando paulatinamente lo que hoy consideramos como la Republica Mexicana. Se considera que los primeros pobladores del continente americano llegaron de Asía, atravesando el estrecho de Bering durante la época glacial, hace aproximadamente 20,000 años. Es difícil precisar con exactitud en qué parte de nuestro planeta comenzó la vida del así llamado homo sapiens. Los restos humanos más antiguos se han encontrado hasta ahora en Sudáfrica y datan de 150,000 años. Nuestro ADN demuestra que todos los seres humanos procedemos de una misma raza y que los distintos caracteres (color, estatura, fisonomía, etc.) son tan sólo adaptaciones que nuestros antepasados desarrollaron al ir poblando distintos rincones del planeta. Podemos afirmar que los límites, y en ocasiones barreras geográficas, son recientes y en constante mutación. Por lo tanto ya desde este primer tema de nuestro trabajo podemos constatar que todos somos extranjeros en el mundo. Todas las culturas y civilizaciones han ido colonizando y explotando, algunas más que otras, nuestro planeta por razones fundamentalmente de subsistencia. Aceptar esta extranjeridad de haber sido “arrojados al mundo”, como remarca Martin Heidegger, es una de las primeras y principales condiciones para ir buscando darle sentido a nuestras vidas. No es la tierra, incluso la tierra Santa de Israel por la que ahora luchan judíos y palestinos, lo que da sentido a nuestras vidas, sino la manera de situarnos en relación con los seres humanos que pueblan el mundo.

2. Ser extranjero a uno mismo o la alienación económica

A la conquista de lugares geográficos en busca de mejores condiciones de vida, siguió la conquista del hombre por el hombre mismo. Una conquista ya no de la tierra sino de la vida misma de cada ser humano. El filósofo inglés Thomas Hobbes afirmaba en el siglo XVII que el hombre es un lobo para el hombre: “Homo homini lupus”, en el sentido de que el egoísmo humano busca destruir al otro con tal de predominar política, social, racial, religiosamente, etc.,[3] sobre los demás. En este breve estudio analizaré una forma de explotación o de aniquilación del ser humano, hasta el punto de hacerlo extranjero a él mismo, que es la alienación económica.

Karl Marx en Los manuscritos de 1844 demuestra la enajenación económica de la cual es víctima el obrero por parte de su patrón. No hay que olvidar que para Marx, el trabajo es un elemento esencial para la constitución y realización plena del ser humano. El hombre mediante su trabajo proyecta lo mejor de él mismo –su vida misma– en los objetos o productos que va elaborando. Sin embargo después de haber trabajado 8 horas, o incluso más, en la producción de mercancías, al trabajador se le quita el fruto de su trabajo –el capital– que es acumulado por su patrón, pagándole al obrero salarios de hambre que le permiten únicamente sobrevivir para seguir trabajando. Dice Marx: “El trabajador se empobrece tanto más, cuanto más riqueza produce, cuanto más aumenta su producción en potencia y volumen. El trabajador se convierte en una mercancía tanto más barata, cuanto más mercancías produce. La depreciación del mundo de los hombres aumenta en proporción directa con la acumulación del valor en el mundo de las cosas. El trabajo no sólo produce mercancías, sino que se produce a sí mismo y al trabajador como una mercancía.”[4]Cuando al trabajador se le despoja de aquello que le pertenece, se le convierte en un extranjero con respecto a su trabajo. Su trabajo y él ya no tienen nada que ver, e incluso su producción se vuelva más valiosa y más importante que la vida misma del trabajador. Se trata de una alienación o extranjeridad económica. Comenta Marx: “Si el producto de su trabajo, su trabajo objetivado le resulta un objeto ajeno, hostil, poderoso, independiente de él, es que se trata de un objeto dominado por otro hombre que le es ajeno, hostil, poderoso, independiente de ese objeto. (…) O sea que mediante el trabajo enajenado, extrañado, los trabajadores ponen en relación con ese trabajo a otros hombres que le son ajenos y no tienen nada que ver con él. (…). De modo que la propiedad privada es el producto, resultado, consecuencia necesaria del trabajo extrañado, de la relación extrínseca en que se halla el trabajador con la naturaleza y consigo mismo.”[5] De la misma manera que hacemos mención de la enajenación económica podríamos hablar de enajenación cultural, mediante la cual se le impide al ser humano apropiarse de su propia cultura, lengua, tradiciones, etc., en beneficio de elementos extraños y ajenos a él mismo. Sin embargo si hacemos referencia en particular a la enajenación económica, es porque ella está a la base en nuestros días de la pobreza mundial y de las grandes olas migratorias de habitantes de países pobres a países ricos. Lo que Marx criticaba a mediados del siglo XIX, no sólo se ha multiplicado sino que ha crecido en proporciones mundiales. Los nuevos patrones capitalistas son las grandes empresas trasnacionales y monopolios de algunas familias, como en el caso de México, que controlan la vida y la muerte –es decir la economía– a nivel mundial.

   Por lo tanto, una de las principales condiciones para buscar un mundo más fraterno, solidario y justo, es la modificación substancial de la economía a nivel mundial. Mientras el sistema neoliberal siga prevaleciendo en nuestras sociedades, no dejarán de existir grandes movimientos migratorios con toda la injusticia y atropellos a la dignidad humana que esto implica.

3. Responder al extranjero,

en busca de una nueva manera de entender al hombre

Para Levinas hay una forma de vencer ese egoísmo que parece tan natural y ligado a nuestra especie humana y es mediante la escucha al extranjero. Emmanuel Levinas es un filósofo francés que vivió en carne propia el exilio, dejar su tierra natal en la Unión Soviética por cuestiones políticas para emigrar a Francia. También vivió el desprecio por su raza (judía) durante la segunda guerra mundial. Su segundo libro más importante De otro modo que ser o más allá de la esencia (1974), está dedicado: “A la memoria de los seres más próximos entre los seis millones de asesinados por los nacional-socialistas, al lado de los millones y millones de humanos de todas las confesiones, víctimas del mismo odio del otro hombre, de mismo antisemitismo.”[6]

Brevemente recuerdo que el pensamiento de Emmanuel Levinas (1906-1995), que podríamos calificar de antropológico, toma como base una dimensión que se había descuidado mucho en filosofía y que es la dimensión de la “escucha”. Levinas echando mano de su herencia bíblica judía, nos va a demostrar que el hombre no es solamente un animal de razón (zoon logon échon)[7] como lo ha afirmado Aristóteles y demás pensadores amantes de la sabiduría, sino que es un ser de escucha. El filósofo siempre ha buscado ver para comprender, nos dice Levinas. Sin embargo la visión nos lleva a la eliminación del otro, del extranjero. ¿Por qué? Porque la visión busca comprender, entender, asimilar; y al extranjero nunca lo podremos comprender ni entender porque dejaría de ser ex-tranjero, es decir exterior a nosotros mismos. El poderoso Logos de la razón, tan apreciado por los griegos y por todo el pensamiento racional-occidental de ellos surgido, no nos ha ayudado a relacionarnos con el extranjero, porque lo ha visto como un obstáculo para la razón. Por lo tanto al extranjero o bien se le ignora o bien se le asesina. Se le ignora, es decir se trata de no verlo, por su color de piel, raza, lengua, pobreza, etc., o peor aún se le asesina. Se le mata de doble manera: físicamente, como lo demuestran las fronteras de varios países en el mundo tan manchadas de sangre, o se le mata negándole el acceso a la educación, a la escuela, al trabajo.

   La filosofía, es decir el pensamiento en general, no nos ayuda a relacionarnos fraternalmente con el extranjero, porque el pensamiento busca integrar, asimilar, conocer al otro. Y buscar conocer al otro es destruirlo en su alteridad, reducirlo a mí-mismo, a mis criterios, a mi lógica a mi mundo, a mi yo. La sociedad actual –que algunos llaman post-moderna– critica a la modernidad por haber centrado lo propio del ser humano en la razón. Descartes decía que se podía poner en duda todo, menos la capacidad de pensar, de razonar. El “cogito ergo sum” (Dudo, pienso, luego existo)[8] ha hecho mucho daño a la humanidad porque nos ha hecho olvidar que antes de ser animales de razón somos seres de escucha. Hemos desarrollado el pensamiento como nunca, pero al mismo tiempo hemos hecho del mundo un infierno. Comenzando con el calentamiento global, extinción de especies, deforestación, racismo, hambre, pobreza, migración por motivos políticos y económicos, etc. Hermann Cohen, otro pensador judío que promueve no sólo el respeto sino el compromiso ético con el extranjero nos dice al respecto: “Para los griegos, el forastero es a lo sumo el inmigrante que busca ayuda. En el Pentateuco, constituye el suelo y el cimiento. Por esta razón, a menudo es asociado con el pobre, el huérfano y la viuda.”[9]

   Por el reducido tiempo de esta exposición, sintetizaré el pensamiento de Levinas de la siguiente manera. Venimos al mundo como seres egoístas que sólo piensan en comer, es decir en asimilar o transmutar lo otro (lo extranjero) en lo mismo (mi yo). “Razón-Ser-Yo” es un trinidad perversa que constituye nuestra primera identidad egoísta mediante la cual se ignora al otro, o se le niega su extranjeridad reduciéndolo al yo. El otro es lo que yo quiero que él/ella sea para mí. De esta manera el otro se convierte en objeto sexual, laboral, político, etc., que yo exploto a mi conveniencia. Sin embargo puede suceder que en algún momento en nuestras vidas, el otro surja como extranjero, con toda la fuerza que ésta palabra implica. Como alguien distinto y aún más grande que yo. Levinas para referirse al otro, distinto de mí, utiliza la palabra bíblica “rostro”, que hace referencia a la esencia misma de Dios [“Muéstranos, oh Dios, tu rostro alegre” (Salmo 4, 7b)].

   Levinas explica lo que podríamos llamar la antropología humana de la siguiente manera. En un primer momento debemos constituir nuestro yo gracias a la razón y a la búsqueda del ser. En este aspecto el gran pensador del Ser, Martin Heidegger, tiene razón cuando afirma que el hombre es el pastor o cuidador del ser. Sin embargo se deja esta primera etapa identitaria y egoísta, basada en la razón, en el yo y en el Ser, cuando escuchamos la voz del otro (del extranjero) que nos llama a su servicio. Es aquí donde, utilizando las fuentes bíblicas, Levinas nos recuerda que no hemos nacido para nosotros mismos, para razonar y buscar al Ser, sino para servir al otro, al que es diferente de mí, y que podemos llamar extranjero. La preocupación prioritaria en nuestra existencia no tiene que ver con la razón: “¿Por qué hay algo en vez de nada?” sino con la ética: “¿Dónde está tu hermano?” (Génesis 9a). Responder al Otro y por el Otro no es un acto banal en nuestra vida, sino que es en esa respuesta que nos jugamos nuestra identidad misma. A partir de Levinas podemos decir que no se nace en el día que se dice “yo soy” sino cuando somos capaces de afirmar “tú eres. Y yo soy gracias a ti”. En la Biblia el ser humano completo y acabado no es representado por Adán, que sólo piensa en comer y dominar al mundo gracias a la técnica, sino por Eva, que está hecha a partir de la alteridad –de la costilla– del otro. Llevar en nuestra propia carne al otro es existir. El hambre del otro, su sufrimiento, su desempleo, su exilio, deben constituirme a mí mismo hasta el punto de llegar a decir, parafraseando a San Pablo, “Ya no soy yo quien vive, es el Otro (el extranjero) quien vive en mi”[10]

4. Conclusiones: Hacía una escatología que incluya y promueva al extranjero

   Hemos empezado nuestro análisis buscando una rehabilitación del término extranjero. Para esto hemos analizado en un primer momento la dimensión histórica de la migración. Todos somos extranjeros, ya que provenimos de diversos lugares del planeta, y todas las civilizaciones se han ido formando a partir de distintos flujos humanos. Posteriormente hemos visto que la primera forma de experimentar la extranjeridad es la economía. Los salarios de hambre que se pagan al trabajador (en México el salario mínimo es de $67.29 en la zona A, y de $63.77 diarios en la zona B)[11] son una forma de aniquilar al hombre y de hacerlo extraño a él mismo, en una sociedad que da más importancia a las cosas que a los seres humanos. Posteriormente hemos analizado brevemente la propuesta de Emmanuel Levinas. Propuesta que consiste en salir de nuestro egoísmo para encontrarnos con el otro, con el extranjero que nos llama a servirlo.

Para concluir es importante remarcar que debemos buscar construir, por el bien de todos, una sociedad justa y fraterna que sepa responder a las necesidades del extranjero que nos visita para sacarnos de nuestro egoísmo. En este aspecto podemos citar casos de asociaciones y personas que ya están respondiendo al grito del extranjero que nos pide justicia. Cito por ejemplo el trabajo ejemplar que está realizando en Ixtepec, Oaxaca, el P. Alejandro Solalinde a través del albergue “Hermanos en el camino”[12]. Sin embargo la atención al extranjero no debe ser un asunto puramente de elección personal, sino que debe involucrar a la sociedad en general, tanto a nivel nacional como internacional. Se necesita construir un nuevo modelo de sociedad que busque combatir la pobreza en el mundo. Una sociedad en la cual, como lo vaticinaba el profeta Isaías, los pueblos “harán arados de sus espadas y forjarán podaderas de sus lanzas. Una nación no levantará la espada contra la otra y no se adiestrarán para la guerra.” Isaías 2, 4. Una sociedad incluyente y fraterna en la que aún nos queda mucho camino por andar.

[1] Conferencia presentada en la FES-Acatlán el 4 de Abril de 2014, en el Congreso Internacional de Migración del 2 al 4 de Abril de 2014.

[2] Cfr. http://etimologias.dechile.net/?extranjero, consultada el 31 de Marzo de 2014

[3] Cfr. Thomas HOBBES, Leviatán, Ed. FCE, México, 2012.

[4] Karl MARX, La cuestión judía y otros escritos, Ed. Planeta Agostoni, Barcelona, 1994, p. 93.

[5] Op. cit., p. 102 y 103.

[6] Emmanuel LEVINAS, De otro modo que ser, o más allá de la esencia, Ed. Sígueme, Salamanca, 1995, p. 7.

[7] ARISTOTELES, Política I 2, 1253a 10.

[8] Cfr. La segunda meditación metafísica de Descates.

[9] Hermann COHEN, El prójimo, Ed. Anthropos, Barcelona, 2004, p. 10. Y más adelante también escribe: Es un hecho conocido que los griegos no llegaron al concepto de prójimo. Y su filosofía clásica, su poderosa y profunda ética, no condujo a la idea de humanidad. Muy pronto se volvió ingenuo en su lengua el concepto que es el incomodísimo gemelo de prójimo. Nuestra defectuosa idea de humanidad ha heredado de ellos el concepto de bárbaro.” Op. cit., p. 61

[10] La frase textual de Pablo es: “Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” (Galatas 2, 20a). Con respecto a la implicación del otro en mí, ver el texto de Francisco Xavier Sánchez Hernández, “Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber. La novedad de un Dios encarnado. Una reflexión a partir de la filosofía de Emmanuel Levinas”. En Francisco Xavier SÁNCHEZ HERNÁNDEZ (Coordinador), ¿Cómo hablar de Dios al hombre de hoy? Un desafío para la filosofía del siglo XXI, UPM, México, 2006, p. 103-121.

[11] Cfr. http://www.conasami.gob.mx/nvos_sal_2014.html, consultado el 3 de Abril de 2014.

[12] Cfr. http://www.hermanosenelcamino.org/, consultado el 3 de Abril de 2014.

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